miércoles, 8 de febrero de 2012

El amor es ciego, la locura lo acompaña.

Érase una vez, en un bosque, todos los sentimientos decidieron jugar al escondite. La paciencia tenía que contar hasta cien, mientras que los demás sentimientos debían esconderse muy bien. La avaricia vio una rama perfecta, sería un lugar ideal, pero en lugar de compartirlo, se subió y se quedo allí, sola. La alegría vio unos matorrales muy bonitos y llamativos, pero que servirían de escondite, a lo lejos vio a la amistad que andaba un poco perdida, y le invitó a esconderse con ella. La tristeza y la vagueza, que no les hacía mucha ilusión jugar, vieron una cueva, se metieron y se encerraron con una roca que no sería fácil de quitar.
Finalmente quedaban el amor y la locura, que con apenas cinco segundos de tiempo, no les daría tiempo ya a esconderse. A lo lejos la locura vio unas zarzas, en lo bajo de un pequeño abismo, unas zarzas puntiagudas y desafiantes. No se lo pensaron dos veces, se lanzaron, con la tal mala suerte que el amor se pinchó en los ojos.
Y es por eso que dicen, que el amor es ciego y la locura le acompaña.

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